El cuerpo aprende antes que la mente: yoga transforma
- Gordana Vranjes
- hace 18 horas
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Actualizado: hace 4 horas
El otro día Carla, que imparte la clase de las 7:30h los viernes, subió un post diciendo: “Yoga, mi terapia diaria.”
Y pensé: exactamente. Porque eso es lo que el Yoga puede ser — una terapia diaria. Pero solo si lo practicas como tal.
No se trata de sudar, ni de lograr posturas imposibles. Sino de usar cada práctica como una forma de escuchar el cuerpo, calmar el sistema nervioso y resetear la mente.Una práctica terapéutica no empieza en la esterilla, empieza en la intención con la que te plantas sobre ella.

Aquí tienes 3 preguntas que puedes hacerte antes de empezar tu práctica, si quieres que tu Yoga sea tu dosis diaria de terapia:
¿Puedo moverme sin exigirme?
¿Estoy dispuesto/a a escuchar lo que surja sin intentar cambiarlo?
¿Puedo estar presente incluso cuando algo me incomoda?
Lo que yo hago mucho para dar intención a mi práctica es elegir una cualidad que siento que me falta en mi vida —foco, escucha o amabilidad— y dedicar toda la práctica a cultivarla.
Cómo entrenar la calma en la esterilla cambia tu respuesta al estrés fuera de ella.
Cuando escuchamos “el yoga es terapia”, muchos lo entienden como algo metafórico. Pero si alguna vez has sentido cómo cambia tu respiración después de una clase o cómo tu cuerpo se relaja incluso ante una postura incómoda, ya sabes que no es metáfora: es biología.
El cuerpo como vía de aprendizaje
Durante años, se ha pensado que el cambio empieza en la mente. Pero cada vez más investigaciones demuestran que el cuerpo también piensa, siente y aprende. Las posturas de yoga, la respiración consciente y la atención plena activan zonas del cerebro relacionadas con la regulación emocional y la resiliencia.
Estudios de neurociencia (Gallese & Sinigaglia, 2011; Craig, 2015; Streeter et al., 2012) muestran que el aprendizaje corporal —“embodied learning”— tiene efectos más duraderos que la comprensión puramente teórica.
En otras palabras: el cuerpo integra lo que la mente solo entiende.
De la teoría a la experiencia
Puedes leer mil veces “en momentos de estrés, respira”. Pero no servirá de mucho hasta que tu cuerpo haya practicado esa calma mientras está incómodo. Eso es lo que hacemos en yoga: entrenamos respuestas conscientes dentro de la incomodidad física, para poder aplicarlas después en la vida real.
Cuando aprendes a buscar la respiración en una postura que te desafía, estás practicando algo más que flexibilidad.
Estás enseñándole a tu sistema nervioso que puede mantenerse estable ante lo incierto.
Y eso, neurobiológicamente, es reprogramación.
Carl Gustav Jung, la filosofía oriental y el equilibrio interior
Carl Gustav Jung, el famoso psiquiatra suizo y fundador de la psicología analítica, se inspiró en muchas tradiciones filosóficas, y parte de su visión sobre la mente y el equilibrio interior está influida por textos orientales como los Yoga Sūtras y la Bhagavad Gita.
Decía que “una mente sana necesita equilibrio entre acción y contemplación.”
Y eso, en esencia, es Yoga: moverte sin huir y detenerte sin quedarte atrapado.
Lo que el cuerpo enseña sin palabras
En cada práctica hay una lección invisible:
cuando sostienes una postura difícil, aprendes paciencia;
cuando exhalas profundo, aprendes a soltar;
cuando caes y te levantas, aprendes humildad.
Nada de eso se memoriza con apuntes. Se aprende viviéndolo.
Y ahí está la verdadera transformación: en convertir el cuerpo en un espacio de conciencia, donde la mente deja de ser un enemigo y empieza a ser un aliado.
Una práctica para empezar
Antes de tu próxima clase, prueba esto:
Entra en una postura que te resulte un poco incómoda.
En lugar de ajustar el cuerpo enseguida, ajusta la respiración.
Observa si puedes estar ahí sin cambiar nada.
Eso es Yoga.
Eso es aprendizaje encarnado.
Cómo aplicar esto fuera de la esterilla
En el trabajo: cada vez que notes tensión en los hombros, haz tres respiraciones profundas antes de contestar un correo difícil.
En casa: cuando la mente empiece a correr, lleva la atención a las plantas de los pies o al contacto con el suelo.
En tus relaciones: antes de reaccionar, observa si puedes “respirar dentro” de la emoción.
No necesitas una esterilla para practicar Yoga.
Solo un cuerpo que respire y una mente dispuesta a observar.